Anna Jarvis y el origen del Día de la Madre:

En el siglo XIX, más concretamente en el año 1864, en Webster, Virginia Occidental (Estados Unidos), nació Anna Jarvis, la novena hija de Granville Jarvis y Ann Maria Reeves. Su padre era comerciante de grano y su madre, una activista muy involucrada en la comunidad eclesiástica, era profundamente reconocida por su fe.

Se decía que Ann Maria era la personificación de la belleza de la época: una mujer hermosa, una perfecta ama de casa, creyente y amable. Tuvo 11 hijos, de los cuales solo 4 llegaron a la adultez; entre ellos estaba Anna. Su madre siempre decía que ella era especial, ya que fue la primera hija en sobrevivir a la infancia. Anna era muy sociable y había heredado las cualidades interpersonales y organizativas de su madre, lo que le sería de gran ayuda en el futuro.

Trabajó como profesora de instituto en su pueblo hasta los 28 años, momento en que decidió mudarse a la ciudad en busca de nuevas oportunidades laborales. Aunque su madre no estaba de acuerdo con que dejara el hogar, no pudo impedirlo, y Anna se trasladó a Filadelfia junto a su hermano Cloud.

Cloud había dejado su hogar a temprana edad para buscar fortuna en la ciudad, algo que logró, ya que se convirtió en empresario y propietario, con una buena posición económica y una amplia red de contactos influyentes. Anna, por su carácter sociable y por ser su hermana, se integró con facilidad en ese entorno. A pesar de su éxito social, Anna decidió mantenerse soltera y nunca se casó.

A lo largo de su vida, Anna tuvo diversas experiencias laborales: fue accionista en la empresa de su hermano, trabajó en un banco en Tennessee, fue editora literaria y también trabajó en una agencia de publicidad.

Tras la muerte de su padre, Anna se volvió aún más apegada a su madre. Cuando esta enfermó, no dudó en mudarse con ella a Filadelfia, donde vivía con Cloud. También se llevó consigo a su otra hija, que era ciega y dependía completamente de ella. En 1905, Ann Maria falleció debido a problemas cardíacos. Anna tenía entonces 41 años. La pérdida de su madre marcó un antes y un después en su vida, ya que habían pasado mucho tiempo juntas. Anna cayó en una profunda depresión, al punto de llegar a culpar a los médicos del hospital por negligencia.

Para sobrellevar el duelo, Anna canalizó su dolor de la siguiente manera:

Creó un altar en su casa en memoria de su madre, y dos años después comenzó a organizar eventos conmemorativos en su hogar.

Fundó el “Comité del Día de la Madre” con el fin de conmemorar a todas las madres cristianas. La fecha elegida coincidía con el aniversario del fallecimiento de su madre.

Gracias a sus habilidades organizativas y a su astucia, logró captar la atención de personas adineradas e influyentes, quienes ayudaron a publicitar la iniciativa en los medios de comunicación. No está del todo claro qué la motivaba exactamente, pero existen varias hipótesis:

Podría haber estado sufriendo un duelo patológico, incapaz de superar la muerte de su madre.

Su madre, a lo largo de su vida, le había inculcado el ideal de ser ama de casa, algo que Anna rechazaba. Sin embargo, al enfermar su madre, Anna se vio obligada a asumir ese rol que tanto había evitado, lo que le generó un conflicto interno, al sentir que tuvo que renunciar a sus ambiciones.

Con el tiempo, la Iglesia vio en esta conmemoración una oportunidad para atraer a los jóvenes y decidió instaurar el Día de la Madre en las escuelas dominicales (colegios religiosos que funcionaban los domingos). La celebración pronto trascendió ese ámbito y se convirtió en una festividad eclesiástica, en la que también participaban adultos. La Iglesia utilizó esta fecha para promover el ideal cristiano de la maternidad.

En un principio, varios grupos de mujeres fuera del entorno religioso se opusieron, ya que consideraban que la festividad tenía un enfoque conservador que romantizaba el rol maternal.

A pesar de las diferencias ideológicas, la propuesta llegó al Senado. A los sectores progresistas les agradó la idea, pues consideraban que ayudaba a preservar los valores familiares y morales, especialmente en relación con las madres que aún vivían en el campo. Por su parte, los conservadores apoyaron la festividad porque ayudaba a mantener el "orden social" tradicional (mujeres dedicadas exclusivamente a la maternidad).

Finalmente, en 1914, el Día de la Madre fue reconocido oficialmente como una festividad nacional en Estados Unidos. No fue sino hasta diez años después que comenzaron a comercializarse regalos relacionados con la fecha.

Anna quiso que el símbolo de esta festividad fuera algo muy especial: los claveles blancos, que le recordaban a las sábanas de su madre. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzaron a comercializarse tarjetas de felicitación y otros productos, lo cual a Anna no le agradaba. Consideraba que estas tarjetas eran impersonales, hechas sin amor ni dedicación.

Con el auge de la comercialización, Anna empezó a molestarse al ver cómo se tergiversaban los símbolos que ella tanto valoraba. Se volvió combativa contra quienes, a su juicio, usaban de forma indebida su festividad: floristerías, restaurantes, organizaciones e incluso figuras públicas.

Incluso llegó a criticar a la primera dama Eleanor Roosevelt por utilizar el Día de la Madre para recaudar fondos y concienciar sobre la mortalidad infantil, a pesar de que su propia madre había apoyado causas similares.

Anna terminó en la ruina, y en su vejez fue internada en un sanatorio, donde falleció en 1948. Fue enterrada junto a su madre.

Dato curioso: el sanatorio donde pasó sus últimos días fue financiado por las mismas personas e instituciones contra las que tanto luchó durante años.

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